El
Ying y el Yang: tónica y dominante
Vivimos
en una realidad polarizada. Desde que nacemos tomamos conciencia de ello: la
luz y la oscuridad, el frio y el calor, el placer y el dolor, la tensión y la
relajación, la vida y la muerte, “el bien y el mal”... Un elemento da origen al
otro; sin el uno sería imposible encontrar su opuesto y viceversa.
La
música no es ajena a esto, y en su esencia se encuentra gobernada por dos
fuerzas contrarias muy poderosas. Cuando componemos las utilizamos para generar
movimiento y equilibrio. Rítmicamente nos encontramos con la acentuación que se
debate, en términos generales, entre lo fuerte y lo débil de la que hablaremos
más adelante. En este artículo vamos a trabajar con otro tipo de ritmo: el
ritmo armónico (o ritmo de los acordes).
Aunque
esto no es patrimonio exclusivo, ni mucho menos, del sistema tonal, vamos a
basarnos en él para hablar de ello y ponerlo en práctica.
Imaginaros
la escala de Do mayor y todos los acordes consonantes que se generan sobre cada
una de sus notas:
DoM,
Rem, Mim, FaM, SolM, Lam… (El Si disminuido, por sus características especiales,
de momento no lo vamos a usar para no extender demasiado el concepto. Aunque
por supuesto, también forma parte del juego y tiene su rol).
Si
toco uno de esos acordes en un piano (propongo un piano, ya que es un sonido
simple que no genera movimiento por sí mismo) percibiré una sensación estática.
En el momento en el que toque otro acorde comenzaré a percibir movimiento. Es
evidente que yo puedo mover rítmicamente un solo acorde por repetición o
desglosando sus notas para crear un arpegio pero no nos referimos a un
movimiento rítmico, si no a un movimiento armónico, al movimiento que
percibimos en la armonía al cambiar de acorde.
Tras
tocar el segundo acorde destaco una curiosidad y es que siempre uno de ellos
representara un rol de tensión y el otro uno de relajación, da igual el acorde
que interprete. En mayor o menor medida se producirá esto, ya que así es la
manera en la que interpretamos la sensación de movimiento en la armonía. A
medida que vaya cambiando de acordes uno se percibirá con mayor o con menor
tensión que el otro, pero nunca igual. Conforme el acorde cambie de estado será
más sutil o más potente esta sensación.
En la
música tonal (con todos sus modos) los extremos polares los encontramos entre
la tónica y la dominante. La tónica la representa el primer grado de la escala
(la nota Do en la escala de Do mayor) y la dominante el quinto grado (la nota
Sol en Do mayor).
Tónica
y dominante
Cuando
tocamos un acorde de tónica percibimos una sensación de reposo o “estabilidad”;
cuando tocamos la dominante percibimos su opuesto. Basta alternar, por ejemplo,
los acordes Do mayor y Sol mayor para percibir esas sensaciones claramente.
La
mayoría de canciones que escucharemos al poner la radio contienen, como mínimo,
estas dos funciones tonales. Evidentemente se pueden (y se hacen) canciones sin
que estén presentes estas funciones. Podríamos realizar un tema o parte de él
usando sólo los acordes de I y VI grado (por ejemplo Do mayor y La menor, muy
similares entre sí). La tensión y reposo no será tan rotunda como entre el I y
V grado pero sí que percibiremos una estabilidad, dependiendo del contexto, en
un acorde más que en otro.
El
resto de acordes que se forman a partir de las notas de la escala generarán
unos efectos similares, aunque no de una manera tan potente. Es como si fueran
tonalidades “grises”, entre lo “blanco” y lo “negro”.
A
partir de aquí podríamos hablar muchísimo de las funciones de tónica y
dominante; volveré a ellas y hablaremos de su origen en otros artículos. Ahora
vamos a pasar directamente a la parte práctica, vamos a empezar a trabajar
sobre esto incorporándolo a nuestro lenguaje, tomando conciencia de su carácter
y su enorme poder (bien para utilizarlo, o bien para prescindir de él en
futuras obras).
Insistí
en la introducción del blog que el aprendizaje de un lenguaje no resulta útil
si no se lleva a la práctica. De nada sirve aprender vocabulario o gramática si
luego no sabemos utilizarla cuando hablamos en nuestras conversaciones. ¿Cómo
lo hacemos? Coinciden muchos compositores en que las limitaciones que les
producen los encargos que reciben estimulan su creatividad, ya que tienen que
adaptarse a una plantilla concreta, una duración y carácter determinado, etc.,
y verse obligados a trabajar sobre una temática o elemento dado. Este será el
planteamiento que usaré, proponiéndoos ejercicios donde deberemos utilizar el
elemento del que hayamos hablado, pero con una serie de limitaciones que nos
ayudarán a conocerlo con detalle e ir controlándolo.
Para
este primer ejercicio os propongo realizar una composición utilizando en la
armonía exclusivamente el acorde de tónica y el de dominante de una tonalidad,
ninguno más. Por ejemplo, el acorde Do mayor y Sol mayor. Para la parte
melódica de nuestro tema (si la hubiera) podemos utilizar lo que queramos,
siempre que no genere acordes distintos a estos dos.
Los
que estáis empezando a aprender música podéis encontrar en esto un ejercicio
muy interesante y útil para interiorizar estos dos pilares de la armonía. Para
los que todo esto ya lo conocíais sobradamente os lo planteo como reto, ya que
la limitación es muy grande. Así me lo he planteado yo y he realizado un par de
ejercicios esta semana que os dejo aquí.
Ambos
temas utilizan únicamente los acordes de tónica y dominante, aunque ya veréis
que nada tienen que ver el primero con el segundo. Ambos están en tono de Do
mayor por lo que los únicos acordes utilizados son Do mayor y Sol mayor.
Para
el primero he realizado un tema muy sencillo, de corte clásico, para piano
solo. Al acorde de dominante (Sol mayor) le añado a menudo la 7ª (Sol7) o la 9ª
(Sol9) con el objetivo de añadirle más color y tensión al acorde. Una realización
muy habitual en la mayoría de estilos musicales. Los acordes están
interpretados mediante arpegios y la base rítmica del compás es un 6/8. En
cuanto a la melodía he utilizado la escala de Do mayor:
El
segundo es un tema electrónico, muy sencillo también, con un compás de 4/4 que
solo tiene en común con el primero en que la armonía base es la misma (Do mayor
y Sol mayor – Tónica y Dominante), cumpliendo con el enunciado del ejercicio.
Aquí, salvo en un pedazo muy cortito, he prescindido de la escala y el factor
melódico lo ejercen movimientos y efectos en el sonido.
Escuchareis
que a menudo no aparece el acorde completo (aunque si está implícito), tan solo
la fundamental de cada uno (nota Do o nota Sol respectivamente) que se mantiene
haciendo visible la fuerza de los dos extremos. Ambas notas se responsabilizan
del peso y poder de estos dos pilares de la armonía, representando el Ying y el
Yang de nuestro lenguaje musical.
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