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10/04/15

El Ying y el Yang: tónica y dominante

El Ying y el Yang: tónica y dominante


Vivimos en una realidad polarizada. Desde que nacemos tomamos conciencia de ello: la luz y la oscuridad, el frio y el calor, el placer y el dolor, la tensión y la relajación, la vida y la muerte, “el bien y el mal”... Un elemento da origen al otro; sin el uno sería imposible encontrar su opuesto y viceversa.
La música no es ajena a esto, y en su esencia se encuentra gobernada por dos fuerzas contrarias muy poderosas. Cuando componemos las utilizamos para generar movimiento y equilibrio. Rítmicamente nos encontramos con la acentuación que se debate, en términos generales, entre lo fuerte y lo débil de la que hablaremos más adelante. En este artículo vamos a trabajar con otro tipo de ritmo: el ritmo armónico (o ritmo de los acordes).
Aunque esto no es patrimonio exclusivo, ni mucho menos, del sistema tonal, vamos a basarnos en él para hablar de ello y ponerlo en práctica.
Imaginaros la escala de Do mayor y todos los acordes consonantes que se generan sobre cada una de sus notas:

DoM, Rem, Mim, FaM, SolM, Lam… (El Si disminuido, por sus características especiales, de momento no lo vamos a usar para no extender demasiado el concepto. Aunque por supuesto, también forma parte del juego y tiene su rol).

Si toco uno de esos acordes en un piano (propongo un piano, ya que es un sonido simple que no genera movimiento por sí mismo) percibiré una sensación estática. En el momento en el que toque otro acorde comenzaré a percibir movimiento. Es evidente que yo puedo mover rítmicamente un solo acorde por repetición o desglosando sus notas para crear un arpegio pero no nos referimos a un movimiento rítmico, si no a un movimiento armónico, al movimiento que percibimos en la armonía al cambiar de acorde.

Tras tocar el segundo acorde destaco una curiosidad y es que siempre uno de ellos representara un rol de tensión y el otro uno de relajación, da igual el acorde que interprete. En mayor o menor medida se producirá esto, ya que así es la manera en la que interpretamos la sensación de movimiento en la armonía. A medida que vaya cambiando de acordes uno se percibirá con mayor o con menor tensión que el otro, pero nunca igual. Conforme el acorde cambie de estado será más sutil o más potente esta sensación.

En la música tonal (con todos sus modos) los extremos polares los encontramos entre la tónica y la dominante. La tónica la representa el primer grado de la escala (la nota Do en la escala de Do mayor) y la dominante el quinto grado (la nota Sol en Do mayor).

Tónica y dominante

Cuando tocamos un acorde de tónica percibimos una sensación de reposo o “estabilidad”; cuando tocamos la dominante percibimos su opuesto. Basta alternar, por ejemplo, los acordes Do mayor y Sol mayor para percibir esas sensaciones claramente.
La mayoría de canciones que escucharemos al poner la radio contienen, como mínimo, estas dos funciones tonales. Evidentemente se pueden (y se hacen) canciones sin que estén presentes estas funciones. Podríamos realizar un tema o parte de él usando sólo los acordes de I y VI grado (por ejemplo Do mayor y La menor, muy similares entre sí). La tensión y reposo no será tan rotunda como entre el I y V grado pero sí que percibiremos una estabilidad, dependiendo del contexto, en un acorde más que en otro.
El resto de acordes que se forman a partir de las notas de la escala generarán unos efectos similares, aunque no de una manera tan potente. Es como si fueran tonalidades “grises”, entre lo “blanco” y lo “negro”.
A partir de aquí podríamos hablar muchísimo de las funciones de tónica y dominante; volveré a ellas y hablaremos de su origen en otros artículos. Ahora vamos a pasar directamente a la parte práctica, vamos a empezar a trabajar sobre esto incorporándolo a nuestro lenguaje, tomando conciencia de su carácter y su enorme poder (bien para utilizarlo, o bien para prescindir de él en futuras obras).
Insistí en la introducción del blog que el aprendizaje de un lenguaje no resulta útil si no se lleva a la práctica. De nada sirve aprender vocabulario o gramática si luego no sabemos utilizarla cuando hablamos en nuestras conversaciones. ¿Cómo lo hacemos? Coinciden muchos compositores en que las limitaciones que les producen los encargos que reciben estimulan su creatividad, ya que tienen que adaptarse a una plantilla concreta, una duración y carácter determinado, etc., y verse obligados a trabajar sobre una temática o elemento dado. Este será el planteamiento que usaré, proponiéndoos ejercicios donde deberemos utilizar el elemento del que hayamos hablado, pero con una serie de limitaciones que nos ayudarán a conocerlo con detalle e ir controlándolo.
Para este primer ejercicio os propongo realizar una composición utilizando en la armonía exclusivamente el acorde de tónica y el de dominante de una tonalidad, ninguno más. Por ejemplo, el acorde Do mayor y Sol mayor. Para la parte melódica de nuestro tema (si la hubiera) podemos utilizar lo que queramos, siempre que no genere acordes distintos a estos dos.

Los que estáis empezando a aprender música podéis encontrar en esto un ejercicio muy interesante y útil para interiorizar estos dos pilares de la armonía. Para los que todo esto ya lo conocíais sobradamente os lo planteo como reto, ya que la limitación es muy grande. Así me lo he planteado yo y he realizado un par de ejercicios esta semana que os dejo aquí.
Ambos temas utilizan únicamente los acordes de tónica y dominante, aunque ya veréis que nada tienen que ver el primero con el segundo. Ambos están en tono de Do mayor por lo que los únicos acordes utilizados son Do mayor y Sol mayor.
Para el primero he realizado un tema muy sencillo, de corte clásico, para piano solo. Al acorde de dominante (Sol mayor) le añado a menudo la 7ª (Sol7) o la 9ª (Sol9) con el objetivo de añadirle más color y tensión al acorde. Una realización muy habitual en la mayoría de estilos musicales. Los acordes están interpretados mediante arpegios y la base rítmica del compás es un 6/8. En cuanto a la melodía he utilizado la escala de Do mayor:
El segundo es un tema electrónico, muy sencillo también, con un compás de 4/4 que solo tiene en común con el primero en que la armonía base es la misma (Do mayor y Sol mayor – Tónica y Dominante), cumpliendo con el enunciado del ejercicio. Aquí, salvo en un pedazo muy cortito, he prescindido de la escala y el factor melódico lo ejercen movimientos y efectos en el sonido.

Escuchareis que a menudo no aparece el acorde completo (aunque si está implícito), tan solo la fundamental de cada uno (nota Do o nota Sol respectivamente) que se mantiene haciendo visible la fuerza de los dos extremos. Ambas notas se responsabilizan del peso y poder de estos dos pilares de la armonía, representando el Ying y el Yang de nuestro lenguaje musical.

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